LA VOZ DIGITAL. CÁDIZ. La inminente adjudicación de un gasero y el anuncio de construcción de tres petroleros abren la puerta a una década de carga de trabajo

Los astilleros públicos se preparan para abordar un cambio de ciclo después de tres años de inactividad absoluta. En esta ocasión no será necesaria acometer una reconversión naval como ocurrió en la década de los ochenta o, la más reciente, la vivida en 2004 con la transformación de Izar en Navantia y la concentración en la Bahía de Cádiz y Galicia de los principales centros productivos.

 

El Gobierno de la Nación ha aguantado las pérdidas millonarias de esta empresa pública durante los últimos cinco años y, al mismo tiempo, ha soportado una inquietante ausencia de contratos desde 2010. La SEPI, organismo del Ministerio de Hacienda encargado de controlar las empresas públicas del país, tenía serias razones para meter la tijera en el sector naval.

 

Navantia perdió en 2010 unos 46 millones de euros, en 2011 redujo los números rojos a 43,2 millones, pero en 2012 la situación se fue de las manos al contabilizar pérdidas por valor de 78,2 millones. En 2013, la compañía tenía 169 millones de euros de negativo y, precisamente, ese mismo año su cuenta de resultados arrojó un déficit de 57 millones de euros.

 

Desde luego, no se espera un milagro económico en el balance de 2014 que ahora se ajusta, pero el presidente de la SEPI, Ramón Aguirre, sí que ha reconocido que la situación laboral y económica de la compañía cambiará este 2015.

 

De momento, empiezan a notarse algunos brotes verdes que abrigan el optimismo. El sector naval ha chocado frontalmente con la crisis. Primero fueron las restricciones impuestas por el Ministerio de Defensa en 2010 al cancelar de golpe todas sus inversiones en materia de construcción y reparación naval.

 

Navantia perdía así a uno de sus principales clientes: la Armada. El segundo varapalo vino de la mano de los gobiernos internacionales, que recortaron también sus políticas de defensa. La carga de trabajo en las plantas de Navantia empezó a languidecer en 2011 hasta llegar a ser casi inexistente en 2013.

 

¿Cómo se explica ahora un posible cambio de tendencia? El Gobierno de la Nación ha abonado el terreno durante los últimos años para recoger próximamente sus frutos y lo ha hecho gastando dinero público en favor de Navantia – algunos expertos consideran que se trata de una inversión de futuro- y, al mismo tiempo, mediando en la firma de nuevos contratos con empresas españolas. La actuación de los ministerios de Hacienda, Industria y Defensa es lo que permitirá un puente de carga de trabajo hasta la llegada de contratos internacionales que aseguren la viabilidad de la compañía.

 

Así, el Ministerio de Hacienda ha sido el primero en abrir la mano y permitir al de Defensa la contratación de la segunda fase de los Barcos de Acción Marítima (BAM) para la Armada. El Gobierno dio luz verde el pasado verano a la construcción de dos unidades en las factorías de Ferrol y San Fernando. En total, 333 millones de euros de inversión y 30 meses de trabajo.

 

Mientras tanto, la petrolera mexicana Pemex adjudicaba a Navantia la construcción de un barco-hotel (flotel) para alojar a la plantilla durante sus operaciones en alta mar. La mediación de Xunta de Galicia fue clave para llegar a este acuerdo, que supone 29 meses de empleo. El astillero de Ferrol realiza el grueso del encargo y el de Puerto Real una mínima parte del ensamblaje de los paneles.

 

El goteo de encargos no ha cesado. El tercer contrato ha venido de la mano de Iberdrola. El astillero de Puerto Real inició a finales del pasado diciembre la construcción de la estructura metálica que albergará la subestación eléctrica que necesita Iberdrola para el complejo eólico-marino que desarrolla en el Mar Báltico (Alemania).

 

La inversión asciende a 70 millones de euros. Iberdrola también adjudicó a Navantia la construcción de los 29 anclajes (jackets) donde irán los molinos eólicos. Esta obra se desarrolla en la factoría de Fene (A Coruña) y supone una inversión de 90 millones de euros. El contrato de Iberdrola permite a los astilleros una mano de obra de 700 personas hasta 2016.

 

Goteo de reparaciones

Al margen de la construcción naval, el astillero de Cádiz, especializado en los servicios de mantenimiento y reparaciones, no ha parado un momento desde el pasado verano. La última actuación de calado la ha realizado al portaaviones ?Juan Carlos I? y ahora aguarda la llegada de los cruceros ?Explorer? y ?Allure?, de Rroyal Caribbean, para reformas integrales mientras compatibiliza esta tarea con el mantenimiento de los destructores que la US-Navy tiene desplegados en la Base de Rota.

 

Sin embargo, los dos contratos de construcción naval que devolverán a Navantia el pulso perdido y el retorno al mercado civil aún están por firmar. Ambos son clave para la salvación de las plantas gaditanas . El primero de ellos es un encargo de Gas Natural. Se trata de la construcción de un gasero de última generación. No ha sido fácil llegar a este punto. La compañía gasista española firmó en 2011 un acuerdo con la norteamericana Cheniere para transportar gas entre Estados Unidos y Japón.

 

Este contrato obligaba a Gas Natural a disponer de una potente flota. Por esta razón delegó en dos armadores, el español Elcano y el noruego Knutsen, la contratación de cuatro barcos metaneros. La sorpresa vino en octubre de 2013 cuando ambos armadores encargaron la construcción de los cuatro buques a dos astilleros asiáticos alegando que Navantia no tenía capacidad ni tecnología para desarrollar estos buques.

 

El Gobierno de la Nación tuvo que intervenir en este conflicto de intereses patrios y reconducir la situación con Gas Natural. Finalmente se ha conseguido una alternativa que satisface los intereses de Navantia. Gas Natural ha encargado a su armador Knutsen la contratación de un quinto barco y todo se ha preparado para que Navantia se lleve el gato al agua.

 

Durante más de un año, la SEPI, Navantia y Knutsen han negociado una oferta técnica y económica que no tenga competencia. La confirmación oficial de este acuerdo es inminente y permitiría 46 meses de carga de trabajo en el astillero de Puerto Real. Pero lo más importante de este acuerdo es su efecto inducido, ya que devuelve a Navantia la posibilidad de competir en el mercado de gaseros, hasta ahora monopolizado por los astilleros asiáticos.

 

El segundo contrato que está en el aire es un importante balón de oxígeno para Navantia. Se trata del preacuerdo o carta de intenciones firmado el pasado lunes entre la empresa naval y la sociedad Ondimar Transportes Marítimos (LDA), vinculada al grupo vasco Ibaizabal. El objeto del preacuerdo es la construcción de tres barcos petroleros con posibilidad de otros tres.

 

La identidad del cliente que hace el encargo no ha trascendido, pero Repsol anunció en la primavera del año pasado sus necesidades de flota para transportar crudo a través del Canal de Suez, en Egipto.

 

Las conversaciones entre Navantia e Ibaizabal comenzaron en octubre de 2014 y la mediación del Gobierno de la Nación ha sido también clave para llegar a este principio de acuerdo. Navantia tiene que presentar antes del 30 de junio una oferta muy competitiva para hacerse con el contrato. Al igual que se hizo con el encargo de Gas Natural, en este caso todas las cartas están echadas para que Navantia construya en Puerto Real los tres petroleros.

 

Contratos internacionales

Este es el escenario a corto plazo que se dibuja para Navantia mientras se espera la firma de contratos internacionales. No hay que olvidar que la constructora naval conocerá antes del verano si Australia le adjudica o no la construcción de dos barcos de Aprovisionamiento en Combate (BAC), similares al ‘Cantabria’ de la Armada Española. Además está pendiente que Arabia Saudí, Kuwait, Oman y Catar decidan si llevan a cabo la renovación de sus respectivas flotas.

 

Está en juego la construcción de, al menos, una docena de barcos, entre patrulleros y fragatas, con una inversión de 5.000 millones de euros.

 

La dirección de Navantia y de la SEPI han preparado a la empresa durante los últimos años para embarcarse en este nuevo ciclo laboral y económico mediante un plan estratégico a cuatro años que pretende reducir costes de producción, rebajar la subcontratación, acortar plazos de entrega, rentabilizar los recursos humanos propios y repartir la carga de trabajo entre las plantas.

 

http://www.lavozdigital.es/cadiz-provincia/201503/14/navantia-acuerdo-empleo-20150313225709-pr.html

 

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