Mientras los astilleros españoles tienen que devolver las ayudas públicas por orden de la Unión Europea, la situación es bien distinta en China, que a pesar de la crisis resiste como el primer constructor de barcos del planeta gracias, en buena medida, a sus empresas estatales.

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Pekín reorganiza el sector para beneficiar a sus empresas estatales

ABC, 12 Nov. (Madrid).- En 2008, un año después de que se batiera el récord mundial de pedidos, por todo el país empezaron a aparecer nuevos astilleros, sobre todo privados, y China superó a Corea del Sur, tradicional potencia en este sector, con una producción de 218 millones de toneladas en nuevos buques. Pero, debido a la caída del consumo en Occidente por la crisis, las rutas marítimas comerciales se han estancado y las navieras han dejado de hacer encargos.

Con 1.647 compañías que empleaban a 671.564 trabajadores en 2012, casi diez mil menos que un año antes, la industria china de los astilleros está tan sobredimensionada que necesita una urgente reestructuración y modernización. En agosto, Pekín anunció un plan trienal que, según calcula el presidente de la industria, Wang Jinlian, obligará a cerrar un tercio de todos sus astilleros. «El sector se enfrenta a serios desafíos porque la falta de pedidos y la debilidad del mercado del transporte marítimo han exacerbado la capacidad de la industria», advertía la agencia estatal de noticias Xinhua citando un documento del Gobierno.

«El problema es que hay demasiados astilleros en China y muchos tendrán que cerrar o fusionarse», explica a ABC Empresa Wu Guangjun, director general asistente de la firma estatal CSSC Guangzhou Longxue, que tiene su base en el Delta del Río de las Perlas, a 70 kilómetros de la ciudad sureña de Cantón y muy cerca de Hong Kong y Macao. Aunque reconoce que «el impacto de la crisis ha sido grande», cree que «la situación está mejorando porque hemos recibido entre diez y veinte pedidos para los tres próximos años». Con 10.000 empleados y una producción de cinco millones de toneladas en 33 barcos construidos desde 2010, CSSC Guangzhou Longxue pertenece a la mayor empresa pública del sector y, al contrario que los numerosos astilleros privados que han proliferado en los últimos años, tiene su futuro asegurado.

Apoyados por el autoritario régimen de Pekín, que mantiene el control sobre amplias parcelas de su economía, los astilleros estatales parten con ventaja en la reestructuración del sector, ya que gozan de prioridad a la hora de conseguir créditos de los bancos, también públicos, comprar materias primas y recibir pedidos. De hecho, los grandes astilleros estatales ganaron tres cuartos de todos los encargos solicitados durante el primer semestre del año, lo que les sirvió para capear el temporal en detrimento de los privados.

A tenor del periódico «China Daily», los beneficios de los 80 mayores astilleros del país se han hundido durante la primera mitad de este año un 54% con respecto al mismo periodo de 2012, ascendiendo a 431 millones de euros. Con 20,6 millones de toneladas en nuevos buques, la producción también cayó un 36% en comparación con el año anterior, pero al menos los pedidos subieron un 113%. Y es que, según la consultora especializada Clarkson, 2012 fue el peor año para los astilleros chinos desde 2004, ya que 464 de sus mayores firmas solo consiguieron pedidos por valor de 18,7 millones de toneladas y 10.500 millones de euros.

En total, hasta un quinto de los astilleros chinos fueron deficitarios el año pasado, con casos como el del Grupo de Industrias Pesadas Rongsheng, que es la mayor compañía privada del sector y perdió 69 millones de euros al caer sus ingresos un 50% después de tres ejercicios seguidos con beneficios.

Durante los seis primeros meses de este año, Rongsheng también sufrió fuertes pérdidas porque sólo obtuvo pedidos por valor de 40 millones de euros cuando se había marcado como objetivo llegar a los 1.323 millones. Acuciado por el estrangulamiento del crédito que el régimen impuso a los bancos en verano, este astillero privado se vio obligado a pedir ayuda financiera a la Administración y, según publicó «The Wall Street Journal», despidió a 8.000 de sus 38.000 trabajadores.

Apoyo público

De todas maneras, no era la primera vez que Rongsheng demandaba apoyo público. A pesar de cotizar en la Bolsa de Hong Kong desde 2010, ese año recibió 62 millones de euros para I+D de las autoridades locales de Rugao, la ciudad de la provincia oriental de Jiangsu donde se ubica su cuartel general. Según informa Reuters, la compañía explicaba a la hora de captar accionistas que esta subvención se debía a su «papel esencial en la economía local», pero reconocía que «no se podían asegurar subsidios similares en el futuro» y que, «en caso de no recibirlos, los beneficios serían sustancialmente menores». A pesar de estos temores, Rongsheng también obtuvo por parte del Estado 100 millones de euros en 2010, 150 millones en 2011 y 156 millones el año pasado. Con una deuda de 3.475 millones de euros, la cuestión está en saber si Rongsheng seguirá recibiendo fondos públicos ahora que el Gobierno quiere adelgazar la industria de los astilleros.

A juicio de Ren Yuanlin, presidente de Yangzijiang, su principal rival y segundo astillero privado del país, «la mitad de las empresas del sector tendrán que reducir su capacidad y, de los que queden, solo el 20% será rentable». Aprovechándose de la coyuntura, los astilleros estatales saltarán al abordaje de los privados, pero muchos acabarán cerrando.

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