'Fish and chips' reza un gran cartel en la entrada de un bar restaurante del Convent Place, la plazita en la que se asienta la sede del Gobierno de Gibraltar. Resulta curioso un reclamo tan británico -es para los ingleses lo que para los españoles la paella y la tortilla de patatas- cuando Gibraltar carece de flota pesquera y el pescado lo compran al otro lado de la frontera, en la Línea de la Concepción o en Algeciras, aunque este del restaurante es congelado. 

 El conflicto de pescadores en aguas de la colonia tensiona la convivencia a ambos lados de la verja

DIARIO SUR, 3 Jun. (Algeciras).- La paradoja se asocia al motivo del nuevo clima de tensión entre la colonia británica y el Gobierno español, con lanchas de la Guardia Civil y de la policía del Peñón patrullando otra vez con desconfianza los unos de los otros en unas aguas «contenciosas», como las califica el ministro principal, Fabian Picardo. Este ordenó impedir en marzo a las flotas de Algeciras y La Línea faenar en el caladero de la bahía del Peñón con el argumento de que utilizan redes prohibidas por su legislación y para dejar patente que considera a las aguas bajo su jurisdicción, algo que siempre ha negado el Gobierno español, fuera del partido que fuera.

Desde entonces la zona vive un clima de alta tensión, no solo por las 300 familias de las 70 embarcaciones perjudicadas por la medida. Como siempre que salta la chispa por cualquier polémica en la zona, los fantasmas de Gibraltar sueltan amarras. El primero en hacerse visible es el de las largas colas en la frontera por la que a diario pasan cientos de personas. Unas a trabajar, otras de turismo y otras porque, siendo gibraltareñas, tienen casa en el lado español. Pero también reflotan las leyendas urbanas de que Gibraltar es nido de contrabandistas de tabaco, narcotraficantes o paraíso fiscal. A estos hay que añadir las rivalidades locales, entre linenses y algecireños, o las políticas, entre PP y PSOE. El alcalde de Algeciras es del PP y la alcaldesa de La Línea es del PSOE.

El día de este reportaje, el pasado jueves, ocurrió algo infrecuente desde hace años. Quince personas de La Línea hirieron a un policía gibraltareño y destrozaron un coche de su aduana a pedradas. El incidente se produjo cuando los agentes de las aduanas trataron de detener a dos estraperlistas que llevaban bolsas de cigarrillos para pasar por un agujero en la valla limítrofe. Desde el otro lado sus correligionarios saltaron y la liaron a pedradas con los británicos. El Gobierno de Gibraltar protestó a las autoridades españolas y autorizó a sus agentes de aduanas llevar armas. Ayer operarios reforzaban la valla.

Una semana antes, eran las autoridades españolas las que se quejaban del acoso de las patrulleras británicas a los pescadores. Hubo roces y momentos de tensión entre guardias del Peñón y la Guardia Civil, que desde hace tres meses protege a los barcos españoles que quieren ir al caladero.

Ambos ejemplos ilustran el ambiente crispado a uno y otro lado de la verja, pese a la llamada al entendimiento que los ministros de Exteriores de España y Reino Unido, Juan García-Margallo y Willian Hague, lanzaron este martes. Desde entonces una mesa integrada por pescadores y técnicos gibraltareños y británicos tratan de buscar una salida que convenza al Gobierno de Picardo sobre las artes de pesca a utilizar. La situación para los pescadores después de tres meses de conflicto es crítica porque apenas tienen otra cosa, aunque las pérdidas no sean cuantiosas. El patrón de la Cofradía de Pescadores de La Línea, Leoncio Fernández, calcula unos 80.000 euros de pérdida. La delegada del Gobierno en Andalucía, Carmen Crespo, ha anunciado ayudas para los barcos afectados.

La inactividad en los puertos pesqueros de Algeciras y La Línea de estas traíñas de pequeña envergadura (entre 10 y 16 metros) llega además en un momento malo de la crisis. Apenas hay trabajo en otras actividades. En La Atunara, puerto pesquero de La Línea, la desazón cunde entre los pescadores. Allí tienen sede 53 de las barcas afectadas. En la mayoría solo embarcan dos o tres marineros. Carlos Tero, armador de la ‘San Francisco’, y Antonio Jiménez, su patrón, preparan los arreos de pesca, entre ellos la polémica red que ellos defienden como permitida por la Unión Europea y Gibraltar la tacha de ilegal.

Abordaje

Cuentan que la ‘San Francisco’ fue de los primeros barcos en ser acosados por la guardia británica. «Nos abordaron y nos dijeron que no podíamos pescar, fue tenso», cuenta Carlos Tero, quien sobre todo lamenta que se estropeara la pesca porque en días normales salen a 50 euros de ganancia por persona. «Te cabreas un montón». Jureles y melva son las capturas que mejor rentan en verano, lo que luego da para varios meses, pero la flota de arte menor de la bahía busca en el Peñón también las conchas finas y las almejas que se cobijan en el litoral rocoso de Gibraltar. «Buscan las piedras, por eso hay tantas», explica Antonio Jiménez, cuyo abuelo ya pescaba en Gibraltar. «Incluso con la verja cerrada hemos ido allí».

Picardo no da por válido un acuerdo privado de 1999 para que los pescadores pudieran faenar en las aguas gibraltareñas sin problemas tras aprobarse la famosa ley de 1991 de La Roca que califica de ilegales sus artes de pesca. Según este acuerdo, no pueden ir más de cuatro cada día. El resto acude a otras zonas, desde Estepona hasta La Línea. Ahora con horario de día establecido por la Junta.

Juan Morente padre y Juan Manuel Morente hijo, armador y patrón de la embarcación del mismo nombre, cuentan otra versión. Gibraltar, capital del juego online con ciberempresarios ya multimillonarios, tiene también en el turismo una importante fuente de ingresos. Morente hijo cree que el proyecto de Sovereing Bay, que gana terreno al mar para albergar un puerto deportivo de lujo, es una de las razones ocultas del Gobierno de Gibraltar para disuadir a los pescadores de faenar en la zona. «No nos dejan pescar porque son muy ecologistas y cada día hay camiones que echan piedras a la bahía. Se quieren chupar el caladero entero».

No hay forma de averiguar cuál es la renta media de un pescador de cerco, pero admiten que hay que echar mano del desempleo muchas veces. «Sobrevivimos con el paro», admite Morente hijo, de 42 años y quien habla de que su hijo de 19 años ha dejado los estudios para arrimarse a la pesca. «Antes era fácil, pero ahora hace falta mucho valor, pero qué va hacer, sin hacer nada no va a estar, si los que estudian tampoco tienen trabajo». Lo de valor lo dice porque para echarse a la mar hace falta un título de marinero pescador con conocimientos de primeros auxilios.

Juan Márquez también tiene un hijo de la misma edad. Ha terminado los estudios de formación profesional de electrónica y, ante la falta de expectativas en España, le ha contratado su misma empresa, al otro lado de la Verja. Márquez trabaja como soldador en los astilleros. Ve las cosas de otro color. Opina que los empleados en la colonia vuelven a pagar el pato de los conflictos entre España y Gibraltar. Defiende a rajatabla a la ’empresa’, es decir, a la colonia, que le ha dado de comer durante 25 años.

La fábrica más grande

Márquez y José Uceda, portavoz de la asociación de trabajadores en el Peñón, sostienen que Gibraltar «es la fábrica más grande de la provincia». No hay coincidencia en las cifras. Unos hablan de 4.500 trabajadores, otros de 6.500 y 10.000 incluidos los del servicio doméstico que no cotizan. En cualquier caso, las relaciones económicas y sociales de Gibraltar con la comarca andaluza del mismo nombre es patente. Ambas se necesitan. Gibraltar da trabajo, Andalucía le ofrece servicios y sobre todo es la vía de entrada de casi todos los alimentos perecederos, admiten fuentes del Gobierno de la Roca. «No nos podemos llevar mal», dice Uceda.

Un grupo de trabajadores españoles del Peñón protestaron hace una semana contra las colas en la frontera. Creen que cuando hay un conflicto como el de ahora de la pesca, lo primero que hace el Gobierno español es ralentizar el paso de vehículos y personas con controles más severos. Lo pagan los que trapichean con los cartones de cigarrillos, que la crisis ha incrementado. Pero sobre todo lo pagan los que trabajan allí. «Es inhumano estar cuatro y cinco horas guardando cola», sostiene Márquez.

No cree que defender a Gibraltar por el trabajo que da a la comarca sea ser antipatriota. «Estamos hartos de que manipulen con lo de Gibraltar español, tengo amigos allí y aquí», afirma rotundo.

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