Su nombramiento como primer director general de Pesca del Govern culminaba un proyecto de muchos años: consolidar la relación entre la oceanografía y el sector pesquero. Como científico, Miquel Massutí Oliver trabajó en la prospección de caladeros y en la cartografía submarina del mar balear. Desde la Administración contribuyó a la regulación de la pesca para que fuera sostenible mientras crecía su capacidad.

 Miquel Massutí Oliver era el nuevo miembro de una familia de biólogos y oceanógrafos 

EL MUNDO.es, 23 May. (Palma de Mallorca).- Nació en Palma en junio de 1930. Miquel Massutí Oliver era el nuevo miembro de una familia de biólogos y oceanógrafos. Su padre, sin ir más lejos, había sido director del laboratorio del Instituto Español de Oceanografía (IEO) en la capital mallorquina. La vocación y aquella suerte de tradición familiar le llevarían también a él a estudiar Ciencias Naturales en la Universidad de Barcelona.

En 1954 comenzaría su carrera profesional como becario en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en los laboratorios de Blanes, Vinaroz y Cádiz. Pero sería su ingreso en el IEO en 1959 el que marcaría definitivamente su trayectoria. El laboratorio palmesano se convirtió también en su nuevo destino.

La prospección y evaluación de los caladeros del mar balear y del mediterráneo español fue uno de sus principales trabajos. Junto a su primo Miquel Oliver Massutí realizó el levantamiento de las cartas de pesca de la zona, así como la cartografía submarina de las aguas del archipiélago. Uno de los objetivos era ampliar las áreas abiertas a la flota pesquera.

«A partir de los años 50 el sector pesquero incorporó nueva tecnología y mayores embarcaciones que permitían acceder a zonas más profundas en las que hasta entonces no se pescaba», explica el biólogo e investigador del IEO, Pere Oliver. Las nuevas cartografías permitieron la explotación pesquera del talud continental de las Islas. La gamba apareció como uno de los nuevos productos para el sector.

Fue a principios de los 70 cuando Miquel Massutí contribuyó de forma decisiva a la recuperación de la relación entre el IEO y el Instituto de Investigaciones Pesqueras. Una unión que había quedado debilitada tras la muerte de su padre en 1950. Junto a Pedro Suau, el oceanógrafo constituyó el núcleo de científicos asesores de la Comisión Permanente de Pesca del Mediterráneo.

La estrecha relación con el sector quedó patente en la construcción de El Pescador. La cofradía de pescadores había impulsado la creación de aquel barco que se autofinanciaba gracias a la pesca mientras dedicaba parte de su actividad a la investigación bajo la dirección del IEO.

Con la cesión de las competencias en materia pesquera a las autonomías, la nueva Administración balear pidió la ayuda y colaboración de Massutísu. En 1986 dejaría la investigación para dedicarse de lleno a la gestión como jefe del Servicio de Pesca y después como primer director general de Pesca y Cultivos Marinos del Govern.

Conjugar la conservación del mar balear con la explotación pesquera fue, a partir de entonces, una de sus tareas fundamentales. «Lo más importante era conseguir que fuera sostenible. Ya se hablaba de regular la pesca porque su intensidad era mayor que ahora en el número de horas autorizadas. Primero se aprobó el descanso para los domingos y luego también para los sábados. Después, llegaron medidas como la regulación en el tamaño de los peces», detalla el biólogo. Desde la Dirección General de Pesca, mostró su preocupación también por el seguimiento y la ordenación de la pesca deportiva.

En 1975 la preservación del mar había dado un paso adelante con el establecimiento de la primera ley específica contra la pesca de arrastre en el Mediterráneo. Una norma a la que Massutí sumaría un proyecto para la instalación de los primeros arrecifes artificiales. «Eran construcciones de hormigón y bloques de hierro para simular zonas de rocas que impidieran ese tipo de pesca a menos de 50 metros de profundidad. Además permitían que se generaran hábitats nuevos para los peces», explica Oliver. Ya en los 90 una nueva norma protegería también a la posidonia.

Pero su influencia llegó más allá de Baleares. Representó a España a través del Instituto Español de Oceanografía y la Secretaría General de Pesca Marítima en foros internacionales. Fue miembro del Grupo de Trabajo Permanente del Consejo General de Pesca del Mediterráneo de la FAO y vocal de la Comisión Permanente de Pesca del Mediterráneo. Cuando se retiró, lupas y pantallas le permitieron seguir investigando más allá de la jubilación. Y murió dejando listo un nuevo título para su lista de más de 45 publicaciones científicas, Los recursos de pesca en el mar balear.

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