Cada playa desde Bueu a Marín contaba con un astillero, una carpintería naval que construía embarcaciones de madera. No es un sueño, es solo la imagen que la ría de Pontevedra dejaba en la década de los sesenta y los sesenta. Hoy, poco queda de esta estampa de liderazgo tradicional que consolidó la construcción naval en la ría de Pontevedra. Tan solo tres astilleros -Nodosa, Factoría Naval y el varadero de Placeres- han intentado adaptarse al futuro intentando hacer frente a la embestida de la reconversión del sector y ahora a la crisis más fuerte que vivieron.

En la década de 1970 había más de diez astilleros
 
LA VOZ DE GALICIA, 09 Nov. (Vigo).- Los que recuerdan los momentos de bonanza miran de reojo al poliéster y la fibra como culpables de su desaparición. Y es que hace 30 años, Bueu, Marín e incluso, Portonovo eran un referente gallego en la construcción de embarcaciones. «En los sesenta había más de diez astilleros, en el de mi familia llegamos a trabajar ocho o nueve personas», señala Manuel González, Purro, que hasta el 2003 dirigía y trabajaba el último bastión de carpintería tradicional que quedaba en la comarca.
 
A sus 73 años pasea por el astillero y recuerda que «en los ochenta hicimos un barca de 11,5 metros de eslora que costaba algo más de un millón de pesetas y nos llevó más o menos tres meses», indica Purro. El presidente de la asociación Os Galos, de Bueu, Víctor Manuel Domínguez, que lucha por la recuperación del patrimonio señala que «llegó a haber más de mil trabajadores en los talleres de carpintería». Desde la asociación tienen el honor de haber sido los últimos en encargar al astillero Purro la construcción de una trainera de siete metros de eslora.
 
De esa época de bonanza, en la que la mayoría de la población estaba vinculada al mar, poco queda. La pérdida de empaque del sector en la comarca respondió a la necesidad. «Se pasó pronto a los barcos de motor, iban más lejos a pescar y podían traer más pescado. Fue una necesidad porque ahí se pasó ya al barco de hierro para ir al Gran Sol o Malvinas», pero reconoce que lo que más daño hizo fue la fabricación en serie con poliéster. La experiencia de Purro avala sus palabras.
 
Caminos dispares
Es ahí cuando empiezan a despuntar astilleros como Nodosa o Factoría Naval, aunque su futuro camina ahora por sendas muy distantes. Mientras una se enfila por la vía de la consolidación después de años de trabajo, la otra, Factoría Naval, camina hacia el peor de los desenlaces. «Cuando compramos el astillero en 1990 había tres trabajadores que hacían barcos de madera y ahora somos cerca de 70 en la plantilla», explica Rafael Outeiral, uno de los responsables de Nodosa, quien reconoce que el declive de la ría empezó cuando las ayudas europeas a la renovación de la flota se evaporaron hasta convertirse en ayudas para el desguace.
 
Años después la crisis no deja diversificar el negocio y ahoga los astilleros locales hasta dejarles solo la posibilidad de hacer reparaciones. Factoría está siendo su principal víctima, después de que la evolución se cobrase en los noventa la supervivencia de la decena de astilleros que poblaban la ría construyendo en madera el sustento de miles de familias de mar.
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