Hace unos días fue presentado en sociedad el primer gran velero preparado para embarcar discapacitados. Bautizado como Gure Izar, es el primer buque escuela para uso civil en España. Y el tercero en el mundo de estas características con capacidad para albergar a personas con minusvalías. Un maravilloso bergantín goleta que por fin ha podido desplegar toda su belleza en el muelle Nº1 del Arsenal de Ferrol. Lo hizo un tormentoso día de primavera, con la mar en calma y pasado por agua, como debe ser según marca la tradición gallega.

La larga y tortuosa travesía de un velero para discapacitados
 
EL CONFIDENCIAL.com, 25 May. (Madrid).- Los titánicos trabajos de construcción han durado diez largos años. El periplo comenzó hace una década gracias al tesón desplegado por un ingeniero naval, D. José M. Domingo Briones. Se inició en una carpintería de ribera tradicional vizcaína para ser generosamente completado en la ría de Bilbao, en la factoría de Erandio de Astilleros de Murueta, con la colaboración de una infinidad de empresas y profesionales, muchas de ellas desinteresadamente, del sector naval español.
 
A su construcción, le siguió un viaje inaugural de pruebas, bordeando el Cantábrico hasta la ferrolana base naval de La Graña, el pasado 30 de Julio. Una singladura tripulada por entusiastas voluntarios pertenecientes a la Armada Española, los más granados navegantes expertos en grandes buques de vela y en las artes de la mar, al mando del teniente de navío D. Cándido Couselo.
 
Una vez arribado a puerto el astillero Navantia, con la colaboración altruista de industrias auxiliares especializadas de la zona, procedieron a la terminación de las labores pendientes y la puesta a punto final.
 
Un tormentoso periplo
 
La apasionante historia de este buque comienza hace más de cuarenta años, cuando se bautizó el bonitero cántabro Gure-Cita, que navegó por los siete mares durante tres decenios hasta alcanzar lugares tan remotos como las islas Seychelles. Después comenzó su metamorfosis hacia una segunda vida, cuando se reutilizó su casco de encallecida madera para construir encima el fabuloso bajel actual. Se le mantuvo el nombre, porque daba buena suerte. Se le denominó Gure Izar, Nuestra Estrella en vasco, en agradecimiento a su primer patrocinador, la empresa Izar, hoy Navantia.
 
El buque es una mezcla de la mejor tecnología naval que existía en el mundo hasta el siglo XIX, la española -porque no se mantiene porque sí el mayor y más extenso imperio naval de la historia, el español, durante más de trescientos años; algo tuvieron que ver en ello los marinos españoles y su avanzada ciencia de entonces-, junto con los mayores avances del presente siglo.
 
Decimos del siglo XIX, porque el casco, los alojamientos o la arboladura son dignos herederos de tan soberbia tradición, acabada con las técnicas más modernas y materiales actuales. Asimismo, hablamos del XXI porque tanto la maquinaria como el resto de equipos electrónicos y de navegación son de lo más sofisticado que existe en la actualidad. Nada tienen que envidiar al más poderoso petrolero o al buque de pasaje más glamuroso.
 
¿Por qué se ha necesitado tanto tiempo para completar tan indescriptible hazaña? Porque España, a pesar de su indescriptible tradición naval, sigue viviendo de espaldas al mar, ignorando la más grandiosa y heroica tradición marítima que jamás haya existido: la nuestra. El proyecto se planteó de manera que fuese la iniciativa privada, primero mediante una asociación posteriormente transformada en fundación, la que sacase el barco adelante.
 
Un barco para todos
 
Son objetivos de este buque, y de la Fundación Aulamar, que los colectivos más desfavorecidos puedan aprender el sacrificado arte de navegar, a amar y respetar la mar y sus criaturas, a disfrutar de su belleza y magnificencia. Objetivos que no se podrán completar sin la ayuda del mecenazgo y el patrocinio. Y ya conocemos la larga tradición de esta actividad aquí y lo frustrante que es intentar sacar adelante en España nada que merezca la pena…
 
Tan particular buque se ha construido con la colaboración y generosidad de multitud de empresas y particulares, la mayoría profesionales de la industria naval española. También con la ayuda de diferentes administraciones de todos los puntos y lugares de nuestra geografía. Desde vascos a valencianos; andaluces, asturianos, aragoneses, extremeños o murcianos; algún catalán también; y, cómo no, montañeses e isleños, gallegos y un porrón de riojanos, castellanos y leoneses, muchos de ellos madrileños de cuna o de adopción. Y lo más asombroso y desconcertante: políticos desinteresados, aunque pocos y escogidos, de todos los partidos. Lo cual demuestra que España no está perdida y todavía es posible hacer cosas juntos si el objetivo lo merece.
 
Especial agradecimiento merece el personal de la Armada Española, desde el Jefe del Estado Mayor hasta el último marinero y las marineras voluntarias que soberbiamente tripularon el barco en su viaje inaugural, todos ellos entusiasmados con el buque y su proyecto. Porque este bergantín-goleta enamora sobre todo a los que saben de estas lides, a aquellos que han encanecido en mil tormentas y vicisitudes marineras. 
 
El mecenazgo también existe
 
La construcción del buque ha sido culminada. Está listo y preparado para salir a navegar mañana mismo. Pero no podrá hacerlo si el resto de la sociedad no colabora. Si no se involucran financieramente empresas y particulares mediante donaciones o patrocinios que hagan posible que cualquiera que quiera aprender a amar la mar lo pueda hacer, aunque no disponga de recursos.
 
Se trata de poner al alcance de todos, jóvenes y viejos, pero sobre todo discapacitados y personas que de otra manera jamás podrían soñar en hacerlo, las tradiciones de este mundo desconocido para casi todos, legendario y duro, fabuloso y soñador, tan cercano y a la vez tan maltratado. Y para conseguirlo se necesitarán las aportaciones y la ayuda de quien puede proporcionarla.
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