El Instituto Español de Oceanografía (IEO) y la Consejería de Desarrollo Rural, Ganadería, Pesca y Biodiversidad del Gobierno de Cantabria han presentado un convenio de colaboración destinado a la realización de un estudio de viabilidad del cultivo del bocarte.



Un proyecto que se desarrollará durante tres años bajo la dirección de Carlos Fernández Pato, biólogo, que desarrolla su trabajo de investigación en el IEO de Santander y que cuenta con una dilatada experiencia en el campo de la acuicultura marina.


Objetivo


El objetivo del proyecto es disponer de una técnica que permita obtener ejemplares de anchoas de tamaño y calidad adecuado como para que se puedan destinar al abastecimiento de la industria conservera o se puedan usar como cebo vivo, destinado a pesquerías de otras especies, principalmente túnidos. También se prevé que esas anchoas puedan acabar en el mercado para consumo en fresco.


Se pretende que en tres años pueda contarse con un bocarte criado en cautividad que sirva para salazón, manteniendo, además, la garantía de calidad de la anchoa del Cantábrico, ya que debido al cierre de la pesquería este pescado no se ha podido capturar en el mar desde 2005.


Un bocarte que no tendrá parásitos, pero en el que será necesario asegurar que mantiene una variabilidad genética la cual, incluso, permita en el futuro utilizarlo para repoblar la pesquería del Cantábrico.


El proyecto incluye, además, un análisis bioquímico de la composición de la anchoa que se encuentra en el mar para que la cultivada tenga los mismos ácidos grasos, proteínas y textura.


Asimismo, mediante este proyecto se pretende demostrar que es posible criar bocartes. De hecho, el Centro Oceanográfico de Santander del IEO cuenta con ejemplares de esta especie, capturados en el mar, que viven perfectamente en cautividad, alimentándose del pienso elaborado por el propio laboratorio. Estos bocartes forman parte del proyecto que el IEO, el Instituto Vasco de Investigación Marina, el Acuario de San Sebastián y la Universidad de Oviedo están llevando a cabo para caracterizar genéticamente esta especie.


Los estudios llevados a cabo por este grupo investigador servirán de base para el proyecto que se desarrollará al amparo del presente convenio. Una iniciativa cuya utilidad será comprobar a corto y medio plazo si las especies criadas en cautividad resisten los envites de la Naturaleza.  En definitiva, el éxito de este proyecto despejará las dudas que, actualmente, preocupan a la industria conservera de Cantabria, un sector de gran importancia para la economía regional.


La merluza crece más rápido de lo que los científicos pensaban


Investigadores españoles y franceses del Instituto Español de oceanografía (IEO) y del Ifreme francés descubren que la merluza tiene una esperanza de vida de diez años y no de veinte como se creía hasta ahora. Este descubrimiento obligará a revisar los modelos de gestión pesquera que se viene aplicando hasta ahora.

Aún cuando ésta es una de las especies más estudiadas y conocidas por la ciencia pesquera, continúa sin embargo dando sorpresas a los científicos. Tanto es así que ahora los científicos han podido comprobar que la merluza no es tan longeva como se creía. O dicho de otra forma, la especie crece más rápido de lo que se pensaba. El doble, para ser exactos. Si hasta ahora se suponía que podía durar en el mar hasta 20 años, si una red de pesca o un predador no se interponían en su camino, ahora resulta que su esperanza de vida apenas va más allá de los diez años.

Los científicos comunitarios han llegado a esa conclusión tras analizar los datos de las distintas campañas de marcado realizadas tanto por los biólogos españoles del Instituto Español de Oceanografía (IEO) como los franceses del Ifremer.

Que se haya descubierto que las pautas de maduración de la merluza estaban erradas podría quedarse en simple anécdota si no fuese porque, al variar la edad, también hay que verificar la mortalidad natural y, con ello, revisar y replantear todos los modelos de gestión pesquera, esos que tanto han traído de cabeza a la flota gallega que faena tanto en Gran Sol como en aguas ibéricas, puesto que interpretaban mal la edad.

Esa tarea será acometida en febrero, aunque todavía no hay fecha concreta, en el marco de una reunión de carácter internacional en el ICES (Consejo Internacional para la Exploración del Mar) -institución asesora de la Comisión Europea con sede en Dinamarca- donde se revisarán los denominados puntos de referencia objetivos; esto es, el nivel de mortalidad por pesca y el de biomasa de reproductores que se considera que debe haber para evitar riesgos de colapso de las pesquerías.


Salud dispar

En definitiva, que si resulta que la merluza es menos longeva de lo que se creía y, por tanto, la mortalidad natural es mayor, la desaparición de ejemplares a causa de la pesca puede ser también más elevada. Podría ser así, pero solo en el caso de que el stock del que se trate esté bien, señala Álvaro Fernández, investigador del Instituto Español de Oceanografía. Explicó que las poblaciones del norte, las que se capturan en los caladeros al oeste de Irlanda, dan muestras de buena salud y, por tanto, es posible que con la nueva revisión se pueda permitir elevar el esfuerzo por pesca. Ahora bien, el stock sur, el que se captura en las aguas ibéricas, ya no da tantos síntomas de buena salud y es difícil que se puedan incrementar la tasa de mortalidad por captura, puesto que es preciso garantizar que haya un buen reclutamiento, adecuado para mantener la biomasa de reproductores.

Es pronto todavía para saber qué decidirá el ICES y como influirán los nuevos conocimientos sobre la merluza en los modelos de gestión, señala Fernández, al tiempo que aludió a esa reunión que habrá en Dinamarca en el primer trimestre del año.

Según el investigador del IEO, los cálculos que interpretaban mal la edad de la merluza llevan a aplicándose desde el año 73, cuando los experimentos de los franceses determinaron que podía vivir 20 años.

[Fuente: Veintisiete.es, La Voz de Vigo, IEO y elaboración propia].

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