Prestigio, tradición y modernidad se dan la mano en el buque escuela de la Armada. Este barco, a sus 86 años, ha surcado las aguas de todos los océanos y navegado más de un millón y medio de millas náuticas. El abuelo de la flota española se despedirá hoy de Marín hasta el verano para emprender un viaje que lo llevará a Marruecos, Madeira, América y Holanda.

 El «Juan Sebastián de Elcano», definido como uno de los más grandes y más veterano representante de España en el extranjero, recala en Marín por primera vez 

LA VOZ DE GALICIA, 16 Ene. (Marín).- El Elcano tiene personalidad propia. Impresiona nada más verlo con un reluciente mascarón de proa que recuerda a las películas de corte histórico. Con una eslora de 116 metros sobre la que se sustentan sus cuatro mástiles y varias cubiertas, el Elcano se convierte con rapidez en el foco de atención de todas las mirada allá por donde vaya. Con las velas desplegadas y surcando las aguas de la ría de Pontevedra, quita el hipo, pero incluso con el velamen recogido y atracado en el muelle de la Escuela Naval, entusiasma a sus visitantes. Ayer, con más de 1.200 visitas en la jornada al público, hubo que prolongar el horario de puertas abiertas.

Esta estancia en el puerto ha permitido el embarque de los guardiamarinas y, por primera vez, de los aspirantes a cabo adscritos a la Escuela de Maniobras de Ferrol para un viaje experimental de dos meses. En el momento de subir a bordo, los aludidos no ocultaron su alegría. Es el caso de Jesús Ortiz, guardiamarina zaragozano de 23 años. «Este es un momento que todos esperamos en nuestra carrera», recalcó. Como él, sus compañeros hicieron ya los primeros ejercicios subiendo a los palos. Será parte de la rutina diaria de su viaje de instrucción.

Reforma integral

El Elcano luce como nuevo tras su adaptación a las necesidades modernas en sus camarotes y con la instalación de tecnología punta en la maquinaria. Su reforma no impide que los guardiamarinas suban a los palos, aprendan a leer con instrumental tradicional el rumbo en el cielo estrellado o revivan los ritos y disciplina castrense de siglos pasados.

La combinación de modernidad y tradición es uno de los atractivos del histórico velero, que funciona como un pequeño pueblo en alta mar. En sus camarotes puede llegar a alojar a unas 250 personas y tiene autonomía para decenas de días de mar. Produce agua potable, su personal elabora el pan de consumo diario, tiene talleres, peluquería, farmacia y ofrece asistencia médica y religiosa. En sus distintas cubiertas se realizan no solo las actividades propias de las funciones militar y náutica. También cumple un objetivo diplomático, como recalcó su comandante, Alfonso Gómez Fernández de Córdoba: «Es un pequeño trocito de España que navega». Regresará a Galicia el 11 de julio, a Baiona.

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