LOS PROFETAS DEL MIEDO
Resulta irritante observar a tanto periodista y contertulio anunciando escenarios apocalípticos en base a la que se anuncia como la mayor crisis económica nunca sufrida por el sistema capitalista. Hacen referencia a la crisis económica que se adivina tras la pandemia del Covid 19, y hablan de una crisis sin precedentes, mucho más profunda que el crack del 29, las recesiones posteriores a las dos guerras mundiales o la más reciente crisis del año 2008. Anecdóticamente, suelen dejarse en el tintero la crisis del petróleo de 1973. En todas y cada una de estas crisis no faltaron nunca los profetas del miedo anunciando el fin del mundo. Tampoco hoy faltan esos profetas. Para situar en su contexto el posible alcance de la crisis que se nos avecina convendría analizar brevemente algunas de ellas.
Previamente, conviene, a título explicativo, hacer una breve mención a un economista norteamericano llamado Irving Fisher (1867/1947), uno de los inspiradores intelectuales de la teoría cuantitativa del dinero de John Maynard Keynes (1883/1946). Fisher determinó el valor del dinero a través de su conocida ecuación P= (MV+M´V´)/T. Esta aparentemente sencilla fórmula permitía crear instrumentos contra el ciclo económico. Incrementando o reduciendo la oferta monetaria podían subir o bajar los precios, moderándose a voluntad el ciclo especulativo o depresivo. Será Keynes quien completase esta inicial teoría al formular que, si la demanda de dinero con fines de inversión no fuese atendida por los particulares, debería ser el Estado el encargado de tomar el papel de inversor, asegurando, además, en una segunda derivada, la adecuada velocidad de circulación del dinero. Sin embargo, el remedio keynesiano era asimétrico: funcionaba contra el desempleo y la recesión, pero no contra la inflación. Algo que nunca preocupó en exceso al economista británico al afirmar que es mejor estar aproximadamente en lo cierto que exactamente equivocado. Además, y desgraciadamente, los políticos no fueron capaces de resistirse a la tentación que ofrecía la receta keynesiana de una mayor intervención pública sobre la economía, algo que, con el correr del tiempo, se acabó traduciendo en un mayor peso del sector público sobre el PIB. Hasta aquí este apunte.
La primera consideración a realizar es que la Primera Guerra Mundial marca el inicio del acta de defunción del patrón oro como modelo de referencia monetaria, con todo lo que ello supuso (el dinero, a partir de entonces, podía “fabricarse” a voluntad de los gobiernos). Esta guerra supuso la destrucción de una gran parte del tejido industrial europeo. Los mal llamados felices años 20 (incluyen los primeros años 30), serán tiempos difíciles para Europa, pero bonancibles para la economía norteamericana, al menos hasta el año 1929. Ello no será óbice para que la bolsa norteamericana registre algún que otro puntual sobresalto como el acaecido el 12 de diciembre de 1914 en el que el Dow Jones se desmoronaba un 14% respecto al nivel registrado el 30 de julio del mismo año. El índice se recuperaría apenas un año más tarde.
Como se ha adelantado, los años veinte serán, sobre todo en Europa, años difíciles. Churchill cometerá el error de reinstaurar el patrón oro, recuperando la libra el valor anterior a la guerra en relación al oro y el dólar. Consecuencia directa de ello, la economía británica vería crecer preocupantemente el desempleo junto a un estancamiento de los salarios. En Alemania, se instaló un proceso inflacionista de magnitudes insoportables y unos niveles de desempleo nunca antes observados. La devaluación del marco a términos reales y la aplicación intuitiva de los preceptos keynesianos por parte de los jerarcas nazis llevará a estos a fuertes endeudamientos y fuertes incrementos del gasto público. Esta receta, también de un modo intuitivo, ya había sido puesta en práctica con anterioridad en España por el general Primo de Rivera, aunque sin alcanzar tan altos niveles de endeudamiento. Sea como fuere, finalizando 1935 Alemania había acabado con el desempleo y los precios tendían al alza. La receta keynesiana, nacida de la formulación inicial de Fisher, parecía funcionar.
Llega el año 1929 y se produce el famoso martes negro. Era un 29 de octubre y la bolsa inició su caída a los infiernos. La burbuja especulativa, previamente alimentada por el propio sistema bancario, había fomentado una sobreinversión y un sobreendeudamiento al que por primera vez en la historia se enfrentaban banqueros y políticos. Carecían de la receta precisa: la intervención. Ni unos ni otros dieron el paso adelante, tal vez porque carecían de los instrumentos financieros adecuados para ello o bien porque no existía la mentalidad precisa para ponerlos en funcionamiento. Como consecuencia, la crisis, que ya venía anunciándose con anterioridad, se instaló en la economía americana.
En los cuatro años que siguen a 1929, la tercera parte de los bancos americanos quebraron, el desempleo se disparó hasta alcanzar la tasa del 25% y la producción industrial cayó un 33%. Inicialmente, la Reserva Federal mantuvo un papel pasivo, privando de liquidez al sistema y restringiendo la oferta monetaria. Hasta 1931 no estableció el tipo de interés en el 1,5%, ni comenzó a comprar en cantidades importantes bonos gubernamentales. Esto inyectó de nuevo de liquidez al sistema, pero, para desgracia de políticos y banqueros norteamericanos, a estas alturas la demanda de dinero no mostró interés alguno en responder a esta oferta de liquidez.
Aunque tardíamente, a partir de 1933 y hasta 1937, la Administración Roosvelt puso en marcha una serie de medidas intervencionistas de perfil keynesiano (New Deal) encaminadas a inyectar liquidez al sistema y a devaluar el dólar. Es a partir del año 1934, coincidiendo con el inicio de esta intervención gubernamental, cuando el PIB comenzó a registrar índices positivos y se detuvo el proceso deflacionista que había presidido el período 1930/33. Sin embargo, esta recuperación relativamente rápida no se verá reflejada ni en la evolución del desempleo ni en la del mercado bursátil. La tasa de empleo no recuperará los niveles anteriores a la crisis hasta 1942, es decir, doce años más tarde. Y la bolsa no lo hará hasta el año 1954, es decir, veinticuatro años más tarde:
Conclusiones
- Fue una crisis sistémica.
- Inicialmente, no existió una intervención efectiva gubernamental para inyectar liquidez a la economía. Las autoridades financieras y el gobierno demoraron su intervención hasta 1933, momento en que, gracias a esta intervención, el PIB inició su recuperación. La recuperación del empleo se demoró más tiempo.
- En Estados Unidos, se verificó una asimetría entre una economía real en proceso de aceptable recuperación y un mercado de valores en proceso de renqueante recuperación. La economía real se recuperó en menos de la mitad de tiempo que el mercado de valores. Es posible que a ello contribuyesen factores de carácter psicológico consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué ocurrió mientras tanto en Europa tras esta guerra? Ocurrió que, de nuevo, las recetas keynesianas junto a un Plan Marshall que, en realidad, no dejaba de ser sino una derivada keynesiana más, permitieron una recuperación de la economía en un período de menos de 15 años. Tiempo relativamente escaso dada la destructiva acción de la guerra sobre el tejido productivo europeo. La aplicación en la Europa occidental de estas políticas tendría como consecuencia la llegada del llamado Estado del Bienestar.
Con el mundo occidental cómodamente instalado en la recuperación económica, llegamos a los primeros años de la década de los setenta en los que una nueva crisis asomará en el horizonte. Esta vez, será una reducción en la producción de crudo decretada por la OPEP el motivo que explique el alza de los precios y una fuerte tensión inflacionista. La crisis supondrá para las economías occidentales ver cómo, a partir de 1973, su factura energética sobre el PIB pasaba del 1,5 % al 5%. El precio del barril pasó de 2,7 $ en 1973 a 12,79 $ en 1978. Pero lo peor estaba por llegar. En 1979, el régimen iraní decidió recortar aún más la producción provocando de nuevo una escalada inflacionista. El precio del barril pasó de los 12,79 $ antes mencionados a los 35,52 $ en 1980. Ante esta coyuntura, los gobiernos occidentales comprobaron preocupados cómo para una crisis de oferta la receta keynesiana dejaba de funcionar. La intervención pública no era capaz de evitar la convivencia entre estancamiento e inflación. La receta empleada no fue otra que la de aceptar las nuevas reglas del juego marcadas por un precio del barril que hasta 1986 no vería una reducción importante de su precio (13,53 $). La crisis afectó de modo distinto a los distintos países.
En Estado Unidos el PIB a lo largo del período 1973/83 apenas se resintió con puntuales y escasas tasas negativas. El primer impacto de la crisis (1973) se saldó con una recuperación del PIB en apenas dos años. El segundo impacto (1979) se saldó con la misma tónica, recuperándose a partir de 1983. El índice medio de paro en el período 1974/87 se situó en el 7,3% para recuperar en 1988 el índice anterior a la crisis. Es decir, la recuperación del empleo a niveles anteriores precisó de 13 años. Sin embargo, el comportamiento de la bolsa volvió a mostrar una nueva asimetría respecto a la economía real, mostrando pequeños altibajos de forma de meseta, recuperándose definitivamente en 1983 (diez años más tarde). En esta crisis, la mejor evolución del PIB no se correspondió con una más lenta recuperación del empleo. Y la lenta recuperación del empleo coincidió, anecdóticamente, con una más rápida recuperación bursátil:
En España, país especialmente dependiente de las importaciones de petróleo, la crisis afectó significativamente al PIB. Mayor incidencia tuvo sobre el nivel del desempleo que se elevó paulatinamente a partir del año 1973, para instalarse en los dos dígitos a partir del año 1980. Los dos dígitos presidirán la tasa de desempleo por espacio de 25 años consecutivos hasta alcanzar el trienio 2005/07 (ambos inclusive) en que brevemente se volverá a un solo dígito:
Siguiendo un esquema similar al acaecido en España, en la zona euro se produjo un significativo impacto negativo sobre el PIB tal y como se aprecia en el siguiente cuadro:
Conclusiones
- Fue una crisis sistémica de oferta que modificó los modelos de producción industrial en occidente.
- No existieron intervenciones gubernamentales directas para inyectar liquidez al sistema, y las limitadas que existieron (bajadas del tipo de interés) chocaron con la imposibilidad keynesiana de hacer frente a una crisis de oferta como la de 1973.
- Volvió a mostrase un comportamiento asimétrico entre la economía real y el mercado de valores.
- Los datos relativos a España, sobre todo los de desempleo, vienen distorsionados por el proceso de adaptación política que marca la Transición con fuertes reivindicaciones sociales y laborales, que también incidieron sobre el PIB.
Alcanzado el año 1997, se inicia en Estados Unidos una burbuja especulativa en torno a las compañías tecnológicas de nuevo cuño, las llamadas punto.com. El proceso se inicia a partir del año 1997 y alcanza su punto álgido el 10 de marzo del año 2000, en que la burbuja estalla. No fue una crisis sistémica, al contrario de las acaecidas en 1929 y 1973. Se limitó a un conjunto de empresas tecnológicas, muchas de las cuales acabarían desapareciendo (se calcula que 4.854 compañías). En Estados Unidos la economía real se vio afectada con caídas leves del PIB; sin embargo, el empleo apenas sufrió grandes vaivenes, y todo ello con un precio del crudo al alza:
En cuanto al comportamiento de las bolsas, el Dow Jones apenas sufrió repercusiones.
Tan solo el Nasdaq se vio lógicamente afectado marcando caídas para acabar recuperándose en 4 años (de 1997 a 2001):
En España la crisis provocó, a partir del año 2000 una caída media del PIB del 1,7% anual en los siete siguientes años, aunque con un repunte significativo en 2006. El desempleo se redujo, pasando en ocho años a la mitad del registro del año 1999. Aparentemente, la crisis no pareció afectar a los índices de desempleo. La bolsa, por su parte, inició una fuerte caída en el año 2000 de la que no se recuperaría hasta seis años y medio más tarde:
En la zona Euro en su conjunto la crisis afectó algo más que en España, registrándose una caída del PIB a partir del año 2000 que se alargaría hasta el año 2003 para iniciar entonces una recuperación que, en cualquier caso, no alcanzaría los niveles de 2000:
Conclusiones:
- No fue una crisis sistémica
- Tuvo un muy bajo nivel de intervención pública.
- Los mercados de valores castigaron básicamente a las empresas tecnológicas.
- La crisis podría ser calificada como de moderada intensidad.
- Mientras en Estados Unidos el Dow Jones apenas se vio afectado por la crisis, en España el IBEX 35 sufrió un fuerte castigo
En el año 2008 se inicia una crisis sistémica que afectará a la economía mundial. Se inicia en Estados Unidos con motivo de una burbuja inmobiliaria que comienza en 2006. El estallido de la burbuja se tradujo en una crisis del sistema financiero que pronto se extenderá al resto del mundo. Las recetas a seguir por los distintos países occidentales fueron dispares, aunque la intervención gubernamental fue el eje sobre el que giraron las políticas aplicadas. En Estados Unidos, el Gobierno no tardó en reaccionar inyectando liquidez al sistema y rebajando inicialmente el tipo de interés al 0,5%. Los bancos de inversión fueron absorbidos por los bancos comerciales e importantes entidades financieras acabaron en la quiebra. Esta rápida actuación, incidió en una caída del PIB de solo dos años, recuperándose en 2010. El desempleo creció situándose en una media del 8,2% en el período 2008/13, momento en el que recuperó los registros anteriores a la crisis. Pese al impacto de la crisis sobre la economía real, las bolsas norteamericanas acusaron con solvencia los efectos inducidos. El Dow Jones tardaría tres años en recuperar los registros anteriores a la crisis y el Nasdaq solo dos. Todo ello en medio de un repunte importante del precio del crudo a partir de 2011:
En Europa, sin embargo, las autoridades comunitarias tardaron casi dos años en asegurar liquidez al sistema. Tiempo en el que la situación de determinados países se haría insostenible. Fueron intervenidos Grecia, Irlanda y Portugal, y rescatado el sistema financiero español. Aunque el anuncio asegurando la inyección de liquidez a la eurozona llegó el 26 de julio de 2012, hasta un año y medio más tarde no comenzaría a recuperarse el PIB:
En España, el gobierno (PSOE) optó por capear el temporal acudiendo a la receta del endeudamiento y el alza de los impuestos en un contexto en el que desde Bruselas no se advertían síntomas de facilitar la liquidez. Consecuencia de ello, la deuda pública se incrementó desde el 39,7% en 2008 al 69,9% en 2011, año en que el PP accede al gobierno. La llegada del PP siguió la misma receta basada en el endeudamiento, pasando éste del 69,99% heredado al 97,6% en 2018, año en que saldría del gobierno. Esta política de endeudamiento, junto a una política fiscal restrictiva, arrastrada desde el gobierno anterior, incidió en unos mayores déficits públicos anuales. Este círculo vicioso intentó ser combatido con unos presupuestos en los que se recortaron gastos públicos, al tiempo que se ponía en marcha una tímida reforma laboral, lo que no impediría una caída del desempleo que alcanzó el 25,7% en 2013 y no volvería a recuperar los índices anteriores al inicio de la crisis. A ello contribuiría también la lenta evolución del PIB que no se recuperaría hasta 2015. Tradicionalmente, se ha venido aceptando que con tasas de crecimiento del PIB inferiores al 2% la economía española no genera empleo. En medio de este panorama, el IBEX 35 sufrió una caída inicial y no volvería a recuperar la barrera del año 2007:
Conclusiones:
- Fue una crisis sistémica con origen en el sistema financiero.
- En Estados Unidos la rápida intervención del gobierno y de las autoridades monetarias inyectando liquidez al sistema, junto a la tradicional flexibilidad de la economía norteamericana facilitaron una rápida recuperación.
- En Europa el retraso en la intervención tuvo como consecuencia una muy lenta recuperación. De hecho, en 2019 (nueve años más tarde) el PIB no había recuperado los índices de 2007.
- En España se optó por la receta de endeudamiento + política fiscal restrictiva + mayores niveles de intervención y regulación. Fruto de ello, la deuda pública alcanzó prácticamente el 100% del PIB, ahogando la posibilidad de una rápida recuperación.
- Volvió a mostrarse la asintonía entre los mercados de valores y la economía real.
En enero de 2020 surgen extraños rumores sobre un virus que en China comienza a provocar el pánico entre la población de una región llamada Wuhan. Dos meses más tarde, el virus se propaga por todos los rincones del planeta decretándose una pandemia global. El miedo se apodera de los mercados de valores con caídas cercanas al 30% en el IBEX 35 y del 20% en las bolsas norteamericanas. El confinamiento de las poblaciones se generaliza y la economía mundial sufre un parón en seco. Se inicia así una nueva crisis que los profetas del miedo y del fin del mundo anuncian como definitiva.
En realidad, la crisis actual no es una crisis sistémica, no ha afectado al sistema financiero ni a los modelos de producción industrial, ni al sector agrícola. Se trata de un parón temporal del sistema. Ello no significa que no vaya a tener efectos negativos sobre la economía. Los va atener, sin duda, pero mucho más atenuados de lo que implicaría una crisis sistémica. Desde el punto de vista sanitario, se hace precisa la aparición de la vacuna contra el virus y la aparición de antivirales que lo combatan. Es de esperar que en menos de un año la vacuna esté disponible y los antivirales a no mucho tardar. El tiempo que se tarde en normalizar la actividad económica tras el confinamiento será una variable importante para explicar la recuperación.
Esta crisis traerá como consecuencia una serie de alteraciones en la actual estructura económica mundial:
- Se acelerará la implantación del modelo productivo digital con la aparición y consolidación de nuevas plataformas y el teletrabajo, lo que producirá cambios importantes en un nuevo mercado laboral que expulsará del mismo a aquellos trabajadores con mayor dificultad de adaptación al nuevo modelo. Los gobiernos se verán obligados a adaptar normativas más flexibles de nuevo cuño frente a esta realidad.
- La incidencia del I+D+i sobre la productividad será cada vez mayor, obligándose los países que no quieran perder este tren a incrementos significativos de esta partida en sus presupuestos anuales. Ningún país que carezca de una política firme de apoyo al I+D+i podrá ejercer liderazgo económico alguno.
- A corto plazo, se producirá un proceso de deslocalización productiva de determinadas industrias que tenderán a establecer sus centros fabriles en sus propios países. Ello supondrá un repunte del proteccionismo como derivada lógica de esta deslocalización. Sin embargo, a medio plazo, las ventajas de producir fuera del país a costes mucho más reducidos irán paulatinamente suavizando este fenómeno proteccionista. Influirá también en ello el papel que jueguen países como China y los Emiratos Árabes como principales tenedores de la deuda pública del mundo desarrollado.
- A corto plazo, no es de prever subidas ostensibles del precio del crudo ni de los tipos de interés. Tampoco la inflación mostrará subidas significativas en función de la competencia que ejerce el modelo de la globalización económica.
- Como suele ocurrir tras cada crisis, surgirá un mayor nivel de intervencionismo y de regulación pública, sobre todo si, como parece, los gobiernos de Estados Unidos y la Unión Europea apuestan decididamente por inyectar liquidez suficiente al sistema.
Una serie de datos nos permiten mantener una cierta esperanza en que esta crisis pueda ser superada en un tiempo razonable:
- El sistema financiero actual es mucho más sólido que el sistema financiero de 2008.
- Políticos y Bancos Centrales han aprendido de los errores de crisis anteriores. De hecho, ya en Estados Unidos se ha alcanzado un acuerdo entre demócratas y republicanos para inyectar suficiente liquidez al sistema. En Europa también parece existir un consenso en sentido similar.
- El excesivo castigo experimentado por las bolsas solo augura el camino de su recuperación. Las caídas experimentadas han respondido a una ola de miedo que se ha apoderado de los mercados. Las caídas de valor en los mercados bursátiles no guardan relación alguna con el valor real de las compañías cotizadas. Resulta evidente que las aerolíneas volverán a volar, las empresas automovilísticas seguirán fabricando coches y las compañías tecnológicas seguirán marcando la vanguardia de un futuro cada vez más cercano.
- No parece que esta crisis vaya a situar, a corto plazo, el precio del crudo por encima de los 75 dólares por barril (Brent). Recordemos que en la crisis de 2008 se alcanzaron los 109,45 $. Es de prever, por tanto, un recorte en la factura energética de los países.
- En el caso de España, si se aplican las recetas adecuadas que más abajo se explican, se cuenta, además, con una importante tasa de ahorro, la mayor desde 2014:
Vayamos ahora con las recetas que se antojan precisas para hacer frente a la crisis en nuestro país:
- Inyecciones de liquidez al sistema productivo. Liquidez, no crédito como ya anuncia erróneamente el gobierno español. Estas inyecciones supondrán un incremento del endeudamiento gubernamental, que se situará en el entorno del 115% s/ PIB. Se tratará de intentar llevar lo más lejos posible en el tiempo el período de devolución de estos créditos. En cuanto a la mutualización de la deuda vía coronabonos, este parece un camino intransitable. Resultará muy difícil convencer a los gobiernos de países como Alemania, Austria y Holanda para pagar las alegrías deficitarias de los países del sur
- Aplicación de políticas fiscales laxas que permitan la recuperación empresarial primero y unos mayores ingresos fiscales posteriores. Una política fiscal restrictiva funcionaría en el sentido contrario, abocando a la desaparición de empresas y a fallidos crediticios que acabarían incidiendo sobre el sistema financiero.
- Unos presupuestos equilibrados, teniendo en cuenta que los resultados de esta política fiscal laxa (mayores ingresos fiscales) no serán inmediatos. Por tanto, deberá contemplarse una contención temporal del gasto público en los presupuestos de, al menos, tres años.
- Deberán existir partidas presupuestarias de incentivos al empleo eficaces, así como una mayor flexibilización del mercado laboral, porque la recuperación del empleo no se adivina, en ningún caso, próxima. Es posible que volvamos a registrar índices de paro del 24%. Han pasado doce años desde la crisis de 2008 y todavía no se han recuperado las tasas de paro registradas en 2007. En España, dado el modelo económico que preside nuestra economía, urge una reforma del mercado laboral seria y realista.
- Adicionalmente debería buscarse una flexibilización de la factura energética para las empresas.
- La puesta en marcha de una política sostenida de I+D+i a medio y largo plazo. Se hace urgente una apuesta por consolidar una política de apoyo al I+D+i en un país, el nuestro, que, siguiendo una consolidada tradición presupuestaria apenas destina el 1,24% del PIB a este capítulo. El siguiente cuadro, que habla por sí solo, muestra la puesta de distintos países por liderar la investigación, el desarrollo y la innovación:
La pregunta ahora es ¿serán capaces los políticos españoles de acometer esta labor? No hacerlo nos abocaría a una angustiosa situación que solo se salvaría con una intervención de nuestras cuentas por parte de Bruselas. Algo que, visto lo ocurrido en países como Portugal o Irlanda, no parece, ni mucho menos, lo peor que pudiera pasar. Lo que refleja la evolución de la economía española en el período 2004/19 es la incapacidad de los gobiernos españoles para poner en orden las cuentas y la economía del país. Tanto en Irlanda como, sobre todo en Portugal, esta puesta en orden comunitaria ha facilitado en ambos países que no sean precisos grandes incrementos anuales de PIB para generar empleo. Como ilustración valgan estos dos gráficos:
Es la hora de la economía. Abandonemos las políticas de salón porque, desgraciadamente, no disponemos de mucho tiempo para reaccionar en el sentido adecuado.
Madrid, 29 de abril de 2020.
Juan Díaz Cano