El comandante Jorge Fernández, el copiloto Iván Ortega, el operario de grúa José Ramón Cruz y el rescatador Fidel Cantos se enfrentaron a olas de 10 metros y a vientos huracanados de más de 100 kilómetros por hora para cumplir un único objetivo: auxiliar a quienes más los necesitaban. Y una vez más lo consiguieron. “La sensación de salvar una vida no se compara con nada”, confesaron al día siguiente en conversación con La Nueva España.
Los rescatadores gijoneses recibieron cientos de elogios por su heroica actuación, pero a ellos pareció no importarles. El pasado 3 de febrero fue para estos héroes un día normal de trabajo. Y es que no era su primera vez. Los nueve pilotos, nueve rescatadores y cuatro técnicos de mantenimiento que trabajan a turnos en la base gijonesa del “Helimer Cantábrico” de Salvamento Marítimo ya habían protagonizado previamente otros peligrosos rescates. En todos ellos pusieron en riesgo sus vidas para salvar las de los demás.
Su valentía ya fue reconocida en 2015 con la concesión de la medalla de plata de la villa de Gijón. Dos años antes los rescatadores habían recibido la cruz al Mérito Civil. Todos esos galardones premiaron la labor de un equipo por el que han pasado decenas de profesionales a lo largo de los últimos años, pero que no ha dejado de trabajar desde que el 20 de noviembre de 1994 la costa asturiana viera nacer a su particular ángel de la guarda. Fue entonces precisamente cuando se inauguró la base del “Helimer Cantábrico” de El Musel. A lo largo del tiempo transcurrido desde ese día hasta ahora, la tripulación de Salvamento ha completado más de un millar de misiones a bordo del helicóptero -valorado en más de 10 millones de euros-. Tras cada uno de estos números de la fría estadística oficial se esconde una historia, la mayor parte de ellas, con final feliz.
Los “dragones del Cantábrico” -tal y como ellos mismos se denominan- reciben cada premio que se les concede como lo que es: un reconocimiento a un trabajo del que se sienten orgullosos y que no cambiarían. En las paredes del hangar que ocupan los rescatadores durante sus largas jornadas de trabajo, decenas de recortes de prensa y fotografías atestiguan lo que estos valientes han conseguido a lo largo de los años luchando, en no pocas ocasiones, contra situaciones adversas en las que es imposible que no quede un sabor amargo. Y es que, a pesar de los múltiples éxitos cosechados a lo largo de los años, estos rescatadores no podrán olvidar nunca malos momentos como los vividos durante el naufragio del “Mar Nosso” en 2014 o durante la búsqueda del niño de 10 años al que se tragó el mar después de que, en las fatídicas Navidades del año 2012, volcara la lancha que conducía su tío en las inmediaciones de la entrada al puerto deportivo de Gijón.
Ahora La Nueva España incorpora a estos valientes gijoneses a la larga lista de personalidades, empresas e instituciones distinguidas por el periódico a lo largo de los últimos años por su labor en favor de la comunidad asturiana otorgando a la base del “Helimer Cantábrico” de Gijón el reconocimiento como “Asturianos del mes” de febrero. Los galardonados recibirán en los próximos días el reconocimiento.
Fuente: diariodenautica
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