Con 173 metros de eslora, las características del casco, especialmente reforzado, le convierten en idóneo para navegar en el Ártico y en las aguas poco profundas de los ríos siberianos. Propulsado por dos reactores de agua presurizada, el buque contará con una potencia que le permitirá romper placas de hielo de hasta tres metros de espesor e incluso empujar pequeños icebergs.
No estará operativo hasta el 2017, pero el trabajo de Fluidmecánica tendrá que estar rematado en septiembre del 2015 como fecha tope, un tiempo muy justo para un proyecto como este, «sobre todo teniendo en cuenta que hemos de compatibilizarlo con otros pedidos», según explica Oliver, que añade que supera todo lo que han hecho hasta la fecha en este tipo de equipos.
Explica que, en realidad, son tres equipos en uno, ya que no solo diseñan y construyen los tambores y carretes en los que se enrolla el cable de acero que se lanza a los barcos con problemas de navegabilidad, sino también el propio cable, de 1.000 metros de longitud, y seis centímeros de diámetro, con un dispositivo de amortiguación capaz de soportar 480 toneladas. Fluidmecánica también será la encargada de dotar al rompehielos de la maquinaria que permite controlar desde el puente de mando los efectos de la fuerza de los bloques de hielo que se van rompiendo, la trayectoria del barco remolcado o la precisión de los movimientos tanto de este último como del remolcador.
La relación de Fluidmecánica con el sector naval ruso no es nueva. Según explica el director comercial de la compañía, Francisco Oliver, se inició hace quince años cuando, a través de un cliente común, recibieron la primera llamada de una factoría del Báltico. «Comprendimos que aquello era una oportunidad de negocio que, de cuajar, podría abrirnos una puerta muy importante y nos volcamos», afirma Oliver. Y cuajó. Tanto que a día de hoy Fluidmecánica destina cerca del 70 % de su producción al mercado ruso.
Curiosamente, el español apenas les aporta el 10 % del trabajo. «Lo último que hicimos en el naval vigués fue el equipo que mueve el timón para el último ferri que construyó Barreras y los chigres de tres remolcadores para Cardama.
Como contrapartida, cerca de un centenar de buques rusos, construidos sobre todo en astilleros de San Petersburgo, llevan a bordo equipos diseñados y fabricados en el número 37 de la calle Coruña.
El transporte de mercancías por la ruta marítima de las aguas heladas del Ártaico alcanzó el año pasado un nivel récord, con más de 1,4 millones de toneladas.