Demasiados interrogantes sobre la continuidad de esta actividad
LA VOZ DE GALICIA, 08 Jul. (A Coruña).- Las últimas décadas han sido pródigas en cambios. Los puntos de referencia del sector se han modificado. Han quedado atrás aquellos razonamientos por los que el sector pesquero era una actividad productiva orientada únicamente a un mercado local; con una oferta de productos muy heterogénea; y con una estructura empresarial muy atomizada. Hoy en día, el comercio pesquero internacional es creciente; los países en desarrollo ocupan un papel predominante en el juego mundial; y los hábitos y consumos de pescado han variado ostensiblemente, aumentando la demanda de especies antaño desconocidas por el gran público.
Consecuencia de estos nuevos juegos de equilibrio, las teorías pesqueras también han sido objeto de modificaciones. Se han dejado de argumentar aquellas viejas teorías de «los derechos históricos» para aceptar un nuevo orden oceánico mundial. Se han afianzado los «derechos de pesca» y se ha abandonado el concepto de «mar libre». Se aplican medidas de gestión pesquera en base a la asignación de cuotas o del esfuerzo pesquero en la mayor parte de los caladeros. Se han impuesto normas comerciales muy estrictas para garantizar la pesca responsable y la defensa del consumidor; entre otros cambios de envergadura.
Los resultados son contundentes. De una parte, la flota pesquera se especializa atendiendo a las áreas de pesca y a determinadas especies de carácter comercial. Los buques son cada vez más sofisticados, tanto en sus estructuras como en los elementos de detección y conservación del pescado. Los mercados son globales y la competencia se acentúa. La trazabilidad se impone y se asiste a una deslocalización de la actividad en función de las condiciones de acceso a los caladeros, a las posibilidades de pesca y a las oportunidades de mercado.
Los primeros efectos fueron haciendo mella en la pérdida de peso del sector pesquero en aquellas comunidades territoriales que no hayan entendido ni el proceso, ni la dinámica de una expansión selectiva. La segunda consecuencia es la disminución del empleo y de las bases económicas y sociales de las comunidades ribereñas, antaño dependientes de la pesca. Y la tercera implicación hace referencia a una disminución de la dependencia del consumo de pescado local, siendo cambiado por productos importados o por otros productos sustitutos. En todos los supuestos se aprecia pérdida de empleo y de rentas.