La comunidad caboverdiana que hace más de dos décadas se instaló en A Mariña de Lugo para sostener el sector pesquero y dio un impulso al censo encuentra en este momento en la recién iniciada campaña del bonito un empujón económico para solventar la crisis desde una provincia que sienten hasta la médula.

cmefoto19b

Los primeros contactos entre gallegos y caboverdianos se fijaron en la pesquería de las Azores

Burela (Lugo), 18 Jun. (EFE).-La historia empezó treinta años atrás, cuando la construcción de una fábrica de alúmina y aluminio, tarea en la que se involucraron inmigrantes de este archipiélago situado en el océano Atlántico, aquellos que más tarde terminarían aupados a las cubiertas en alta mar, transformó el mapa de esta zona en la que desembarcaron con fuerza.

Los primeros contactos entre gallegos y caboverdianos se fijaron en la pesquería de las Azores, donde los patrones portugueses que los tenían contratados dieron muy buenas referencias de su trabajo, cuenta Moisés De Brito Tabares, miembro de esa gran hornada asentada en el municipio de Burela, -aunque no de la originaria-, y explica que desde un principio el trato ha sido igual que el dispensado a los españoles, en cuanto a labores y sueldo.”Llevo aquí veinte años, unos llamamos por los otros”.Su forma de hablar causa sorpresa. “¿Pero tú eres de Galicia?”, le preguntan al observar su acento.

Fátima Brazao, conocida en su círculo íntimo como ‘Fafa’, es su mujer. Tienen dos hijos, de 20 y 15 años, que no conocen cómo es su lugar de origen, esa tierra ubicada frente a las costas de Senegal.

‘Fafa’ dice que las inclemencias del clima que sufrió su tierra, con inundaciones y sequías, ha obligado a muchos de los suyos a buscar nuevos horizontes.”Sin mar no hay nada aquí tampoco, cuartos digo, y por eso tiene que darse bien la cosa”, afirma, justo un día antes de que su compañero sentimental retome la actividad.

El deseo de Moisés y ‘Fafa’ se ha cumplido. El precio medio del bonito llegó este lunes a 7,40 euros en la primera subasta de pescado desde que comenzó la costera en este puerto, uno de los más relevantes del Cantábrico.

Una cotización alta pero, sin embargo, inferior a las primeras pujas de campañas anteriores, detalla el gerente de la Asociación de Armadores de Burela (ABSA), Miguel Neira, que da el dato del lote mejor pagado: 10,80 euros.

El gerente de la sociedad que agrupa a los armadores, al igual que Moisés y ‘Fafa’, espera que sea “una costera tranquila”, sin sobresaltos para la flota local, y que las capturas acompañen porque el objetivo es igualar al menos la pesca del pasado año y llegar a las 1.600 ó 1.800 toneladas de bonito descargado.

También lo aguarda así el alcalde, por lo que significa para todos los vecinos, más de 9.000, un padrón que incluye a 500 caboverdianos, un colectivo que se ha integrado “perfectamente” y con el que “nunca ha habido problema”, más bien al contrario.

Son unos cuantos los matrimonios mixtos y la pesca sigue siendo en la actualidad su principal actividad, aunque con el paso de los años, indica el regidor, se han ido especializando también en otras actividades: “Cada uno se busca las habichuelas como puede, y más en época de crisis”.’Fafa’ es una de las componentes de la asociación cultural Batuko-Tabanka, como Isabel López, Marina Barbosa, Patricia Perreira, Anabela Gómes, Tchoca Perreira y Claudia Gomes. Ensayan cada domingo, y en su local organizan bodas, bautizos, cumpleaños y distintas celebraciones.

Se invitan siempre los unos a los otros. El grupo muestra una de sus interpretaciones en directo y ofrece a los invitados ‘cahupa’, un estofado cocinado lentamente con dos tipos de maíz, tres o cuatro variedades de alubias y pescado o carne.

Con una sonrisa permanente, se emocionan cuando se les pregunta por si los gallegos quieren aprender sus tradiciones y contestan que sí; y también se excitan al hablar de los cultivos en la tierra: “Sí, sí, eso es muy nuestro, cada familia tiene un terreno para trabajar y echar productos. Estamos contentos en Burela. No llegan nuevos compañeros pero los que vivimos aquí no nos estamos marchando tampoco”, puntualiza Claudia.

Del clima dicen que seguramente se habrán habituado por la costumbre: “Ahora que casi es verano, continúa lloviendo pero no hace frío”, afirman Anabela y Claudia, con ‘retranca’, la ironía clásica de Galicia.

Existe otra asociación, Batuko-Reventola. “Para eso de cumplir con la ley de la competencia”, espetan algunas de ellas con fina ironía porque todos son una piña.

En el puerto, en el restaurante ‘O secreto do Xoco’, atiende su dueño, el portugués Joaquín Carballo. Llegó a Burela hace 28 años, con otros compañeros, para trabajar en la madera. Se quedó y acabó decantándose por la hostelería.

Con este negocio, porque tuvo otro, lleva dos años; sus especialidades son bacalao y arroz caldoso con bogavante, y entre su plantilla está Ana Rita Furtado, de origen caboverdiano, y Patricia Alves, de Brasil.

Rita hace gala de un excelente sentido del humor: “Aquí somos todos gallegos. ¿La diferencia? Somos los morenos, lo decimos nosotros, pero eso es porque con este tiempo es imposible que todo el mundo coja color”.La clientela la mira. “El sarcasmo lo han pillado mejor que nosotros”, bromea un comensal, y dice que los cotilleos los hacen en su dialecto, en el ‘crioulo’, y “ahí si que no hay quien pille nada”.

Be Sociable, Share!