Aquí dentro una siente el poderío que tuvo la navegación española durante casi cuatro siglos, desde el XV al XVIII, más o menos. Los ojos se abren de par en par ante tanto tesoro. Una escalera, doble, de mármol de Carrara que te deja sin pestañear. O el primer mapa conocido del continente americano. O esos reposteros reales, cuadros, armas, estandartes y cañones. Embarcaciones regias y únicas que evocan Trafalgar y Lepanto. Nos hemos metido en el Museo Naval.
Un galeón flamenco, cuadros, armas, pinturas y el primer mapa de América son parte de los secretos que esconde el Museo Naval de Madrid
ABC, 13 Jun. (Madrid).-El tiempo parece haberse parado. Iniciamos el paseo. Es un orgullo porque nos esperan seis siglos de historia de
El Museo Naval está considerado el museo más antiguo de Europa. Sus fondos muestran la evolución de
Su origen se remonta a1792, en Cádiz, pero no se abre al público hasta 1843, en Madrid. Hasta 1932 no llega a su ubicación actual, en el Paseo del Prado, sede del Cuartel General de
La visita es un lujo. Para abrir boca, la escalera principal, que da a la fachada del edificio, en la calle Montalbán, pero que solo se abre, de momento, en ocasiones especiales y en
Entramos en
«Navegar no es otra cosa sino caminar sobre las aguas de un lugar a otro». Lo dijo Martín Cortés de Albacar, un eminente cosmógrafo español del siglo XVI. La frase está escrita en uno de los paneles de entrada a una de las exposiciones que se pueden disfrutar en el Museo Naval. Nos la enseña el teniente coronel Javier Bellas, uno de los responsables del lugar que, entusiasmado con todo lo que aquí se guarda, nos lleva hasta la vitrina con
Primer mapa de América
Ante ella, ante
Este primer mapa de América, un manuscrito sobre pergamino, está considerado como una pieza imprescindible de la cartografía universal. Las costas europeas y mediterráneas siguen los avanzados portulanos mallorquines y portugueses. El continente africano aparece por vez primera orientado en dirección norte/sur y sus costas reflejan los descubrimientos portugueses mientras que una imprecisa representación de Asia sigue las teorías ptolomaicas y las crónicas de Marco Polo.
Pasamos por delante del Navío Santa Trinidad. Preciosa maqueta. Majestuoso. Estuvo en el combate de San Vicente, previo a Trafalgar. «Era un buque muy grande y giraba muy despacio», nos dice Bellas. Caramba. Esa fue también la perdición del Titanic, pensamos. «Por eso, los ingleses, con navíos más pequeños, se cebaron con él», remata este teniente coronel camino de otra de las joyas del museo.
Nos paramos en seco. Ante nosotros, un tapiz grande y precioso en la pared. Es el Repostero Ducal de Fernán Nuñez. De seda roja rodeado por una orla damasquinada de oro que fue bandera de combate y estandarte de los Fernán Nuñez. La tela, acolada sobre una vela conquistada a los turcos en la batalla de Lepanto, fue pintada por Francisco Meneses, discípulo de Murillo, con imágenes del apóstol Santiago,
Nos quedaba uno de los rincones más queridos de este recinto. La «enfermería». El lugar donde se curan, se sanean y se rehabilitan las piezas y los fondos. La entrada no puede ser más impresionante: ante nosotros, un galeón flamenco (1593), totalmente restaurado, luce encima de la "mesa de operaciones".
José María Gálvez, restaurador de pintura, está como loco de alegría. Ha recuperado, para regusto de todos, el único modelo de galeón del siglo XVI que se conserva en el mundo. Así de claro. Es otra de las piezas únicas del Museo Naval. La documentación señala que se construyó para ser colgado del techo, como era costumbre en el norte de Europa. Procede, al parecer, de las colecciones reales que reunió Felipe II en El Escorial, desde donde pasó al Alcázar de Madrid. Se salvó de un incendio en 1734 pero quedó recubierto de una patina negruzca.
Gálvez tiene el gesto del trabajo bien hecho. Le ha costado meses, pero hoy este galeón flamenco luce en todo su esplendor y con todo su colorido original. Ha utilizado bisturís para desprender, pasito a pasito, la capa negra que recubría la maqueta.
Pistolas de Napoleón
En el espacio dedicado a armas y artillería se conservan más de mil piezas, desde las armas blancas y de fuego desde el siglo XIV hasta hoy. Pero algo muy especial: dos parejas de pistolas y siete sables de honor fabricados por Nicolás Boutet, el armero de Napoleón. Están en dos cofres. Napoleón se las regaló a un militar español como prueba de su admiración por la valentía de las tropas españolas. «La ilustración y la modernidad llegaron con
Tampoco hay que perderse, en el Museo Naval, la vitrina con la historia de la bandera española. Carlos III encargo, en 1785, una enseña que se identificara con los sentimientos patrios. Hubo doce modelos pero eligió una con rojo y gualda y el escudo de los Borbones. Premonitorio: son los colores de las emergencias.
Acaba el recorrido. No dan ganas de salir. Hay que volver a este museo. Cuanto antes.