Los astilleros españoles viven estos días unas jornadas tensas con negociaciones laborales y anuncios de cierres. A bocajarro, sin paños calientes y sin medias tintas las empresas acusan directamente a Europa de la situación en la que se encuentran, es decir, sin contratos. 

 Denuncian la dejadez de Europa por regular las ayudas del sector y la competencia feroz de la industria asiática 

DIARIO DEL PUERTO, 05 Jun. (Valencia).- Tras un año de espera, los astilleros no han hecho otra cosa que languidecer esperando la resolución de la Unión Europea. Esperaban respuesta pero no la han obtenido así que: “Tenemos que cerrar”, anunció Unión Naval de Valencia hace unos días, “era una muerte anunciada”, subrayaron. Miles de puestos de trabajo en juego (a sumar los de las industriales auxiliares) y el sector naval español hundiéndose.

El conflicto comenzó con la apertura del procedimiento de la Comisión Europea contra el régimen de tax lease español. Según la UE, los astilleros españoles no cuentan con un marco legal que les permita acceder al mercado y contratar nuevos buques en las mismas condiciones que el resto de astilleros europeos. Durante un año, España ha presentado alternativas para el nuevo régimen financiero y fiscal del sector, posibles adaptaciones a los sistema francés u holandés vigentes, etc. pero no ha habido respuesta. Y así, en un mercado en constante crisis de comunicación donde la confianza es lo único que queda, no contar con el amparo de la confianza legítima y de la seguridad jurídica necesarias lleva a donde lleva: al desplome de pedidos e, inevitablemente, al cierre.

En Valencia, Unión Naval Valencia, de Boluda Corporación Marítima, denunció también la dejadez de Europa por regular las ayudas del sector y la competencia feroz de la industria asiática y confirmó que así no se podía seguir. Se habló de cierre programado de la actividad de construcción y se nos encogió el corazón al oírlo. ¿Valencia sin su astillero? Pero si está ahí desde siempre… ¿qué ha pasado?, nos preguntábamos.

Desde Boluda la respuesta fue sincera y directa: no se puede seguir fabricando sin que el país tenga una plan industrial claro. Adiós a la calidad y la experiencia de cientos de años en el sector. Adiós a las botaduras de nuevas embarcaciones y la satisfacción del personal por el trabajo bien hecho. Tras cientos de años con un astillero operando en el Puerto de Valencia a partir de finales de año, cuando se termine con el último pedido – cuatro remolcadores para el Puerto de Amberes-, UNV sólo se dedicará a la reparación y mantenimiento de buques.

Aún estábamos asumiendo la noticia, cuando comenzamos a escuchar los repartos de la concesión de UNV. De verdad que no entendí nada.

Los rumores hablaban de torres de pisos y la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, los fundamentó hablando del asunto. Ya estaba montada la película. La prensa generalista aseguraba que la cosa estaba hecha, “como el astillero cierra, en ese espacio, se harán pisos”, y el Consorcio Valencia 2007 ya quería estudiar el cambio de usos del dominio público portuario para desarrollos urbanísticos en la zona. Fenomenal por su parte, pero de ahí a que se lo esté planteando alguien en la Administración hay un trecho. ¿No?

Además, primero, que Boluda nunca ha dicho que abandone la concesión, de hecho, al revés, insisten una y otra vez que no van a dejar el puerto; y, segundo, que los terrenos, unos 60.000 metros cuadrados, son de la Autoridad Portuaria de Valencia así que, por mucho que quisiera el señor Boluda, no puede regalarlos ni cederlos a la ciudad.

Pues pese a todo, se siguen oyendo comentarios. Los trabajadores de UNV están negociando la mejor manera de marcharse a su casa, porque no hay otra, y algunos ya se están relamiendo con los edificios de apartamentos a pie de estación marítima. Qué vergüenza.

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